Aquella mañana salió decidido a probar que podía ser superior a su timidez, buscaba llegar a la universidad para hablar con aquella chica que le gustaba tanto durante la época del instituto. Ella era su talón de Aquiles, nunca pudo pronunciar frase alguna frente a ella; su lengua se trababa y se respiración se agitaba. Pero esta vez él estaba decidido. Se vistió acorde a la ocasión, era una ocasión especial, posiblemente su vida cambie luego de esto, le sudaban las manos.
Cuando salió de su piso llevaba algo de prisa. Recordó que luego tenía que pasar por una florería y dirigirse a la oficina de su novia para sorprenderla y contarle el resultado de su travesía. Le gustaba caminar así que no le importó la distancia que existía entre su piso en el norte de la ciudad hasta la universidad. Al tomar la calle Zamora, debido a su nerviosismo no vio a la chica que caminaba hacia él. Se dio cuenta cuando la tenía cerca y comenzó a amagar para poder cederle el paso pero ambos coincidieron en los movimientos. La vio triste, agotada y sin rumbo, entonces le salieron las palabras sin pensarlo mientras sonreía: '¿Bailamos?'.
Al sentir las palabras supo que aquello le vendría bien para demostrarse que tenía agallas. La frase, 'nos hará bien a los dos' era un grito personal de ayuda, quería que la chica le dijera que sí para continuar con este experimento de valentía. Ella aceptó y él se dejó llevar. De pronto tenía a una desconocida en sus brazos, y tenía mil cosas para decirle, para preguntarle, de pronto todas las respuestas a sus temores aparecieron como en un cuaderno de apuntes. Cuando ella le dijo que necesitaba música para bailar, él pudo reaccionar rápido, algo que nunca antes le había pasado, salió del contratiempo preguntando cuál era el humor de ella y pudo encontrar la canción adecuada. Cambalache siglo XX le diría a la chica que el mundo es una porquería porque ella había sido despedida de su trabajo. Le canto tres frases al azar para que ella sonriera y cuando terminaron de bailar incluso se tomó la libertad de besarla en la mejilla y desearle que pueda conseguir trabajo pronto. Se despidió de ella sintiéndose gigante. Llegó a la universidad y vio a la chica que le quitaba el sueño en el instituto y la saludo con normalidad, le preguntó un par de cosas que siempre quiso saber y se despidió con la sensación de que ella no era tan impresionante cuando abría la boca.
Sentía que su timidez aún estaba allí, pero ese baile en la mitad de la calle sería el primer paso para poder lidiar con ella.
Para poder entender mejor este post tienes que leer la primera parte de Dos en la ciudad