Llegamos a la iglesia para presenciar una ceremonia coqueta, con banda en vivo cantando los salmos. Detrás mío, una gorda con vestido amarillo canario, cantaba a voz en cuello todas las canciones que la banda interpretaba. Al parecer a la gorda la expulsaron de la banda y como vendeta trató de cantar más fuerte que las coristas. Delante mío, un individuo con la cabellera negro-blanca al mejor/peor estilo Etcheverry o Roberto Carlos se deleitaba con la música celestial.
Terminada la misa, mi cabeza iba más pendiente en el partido Argentina - Nigeria que en otra cosa. Nos trasladamos en coche al pequeño pueblo en el que será la fiesta. Nuestra mesa es un mix de personas en el que están presentes, una pareja con dos niños. Ella con un vestido rosa y voz de alcohólica, llamada "Gosia" y él vestido como mecánico. Sus amigos, un polaco cuadrado rapado con cara de buen tipo y su esposa, una rubia sexirula con vestido azul metálico: para finalizar el carnaval, una mujer con cara roja y su novio con infulas de bebedor compulsivo. Bienvenidos a la mesa de "jóvenes".
La música en una boda polaca es altamente desagradable. Se denomina "Disco Polo" y es como tener que bailar solo temas de Los Iracundos, Los Gatos, Pimpinela, Sandro o Leonardo Favio. Generalmente mal interpretados por alguna banda mediocre. En sintesis, las bodas son el paraíso para aquellos que vivieron su juventud en los 70s
En la mesa el único trago disponible es vodka (sinónimo de que todo saldrá mal). Gosia y sus amigos comienzan a ingerir la bebida, obvio, antes nos preguntan si bebemos. Respondemos que sí, pero después (son las 5 de la tarde).
A las 7 de la tarde, ya se notan los cambios de cara en los acompañantes de la mesa. Digamos que ya entraron en la fase del borracho alegre y vivaz. Es tiempo de la foto del recuerdo. En Polonia, otra tradición de boda es la de sacar fotos con toooooodos los invitados a la fiesta. Proceso que dura más o menos 30 minutos entre acomodar, llamar a todos los invitados, reacomodar a las personas, etc. Todo entre gritos.
La primera en caer de nuestra mesa fue la rubia sexirula. Intentaba sentarse y "se le movió" la silla. Tardó un poco en levantarse y culpó a su marido de no haberla atrapado a la hora de caerse. Luego vino la travesura de la noche. Decidimos cambiarle a nuestra amiga Gosia (que ya estaba borracha) su vaso de vodka, por un vaso lleno de aceite. Ella se lo tomó sin aspavientos, se sobresaltó un poco, comió un poco de pan y no buscó jamás a los criminales. Luego siguió bebiendo normalmente.
Por salud mental, decidimos no beber en la noche, así que cada vez que había que brindar, tomamos agua en lugar de vodka. Nadie se dio cuenta. El siguiente en caer en la boda fue un fulano que trató de poner en sus hombros a su hija, con el impulso, él y la niña se fueron de espaldas. Luego fue el turno de otro sujeto cerca a nuestra mesa que se desplomó de su silla para caer tieso en el suelo. Al parecer es algo que hace siempre, se quedó dormido y la sexirula fue la que quiso despertarlo a sopapo limpio.
Otras caídas memorables fueron la del nieto abnegado (y borracho) que se puso a bailar con la abuela y acabó en el piso sobre ella, no pudieorn levantarse por unos diez segunds. Nuestra amiga Gosia que al dar una vuelta mientras bailaba, barrió un poco el suelo con su vestido y luego otra pareja que bailando energicamente, terminaron en el suelo.
La amiga rubia y gorda de Gosia que a mitad de la noche se fue a llorar a nuestra mesa, nadie sabe por qué, terminó deleitando a los ojos de viejos verdes al bailar, al mejor estilo Can Can, cualquier canción, levantando el vestido hasta el ombligo, dejando a la vista su ropa interior color crema.
Gosia, que se quedó con la idea de que soy polaco pero que no hablo polaco fue todo un show aparte. Mandó a dormir a sus hijos porque no le gusta que sus hijos la vean borracha. Trató de obligarme a beber un vaso lleno de vodka, incluso cuando le dije que debía conducir después. Se perdió a la mitad de la noche y la encontramos en trifulca y media porque alguien le había robado sus zapatos. Su marido moría de verguenza y gritaba en medio de la calle que cada vez que salían a alguna fiesta siempre pasaba lo mismo.
La fiesta terminó a las 4 de la mañana, duró 11 horas de descontrol puro en el que el estereotipo del polaco bruto por alcohol, lastimosamente, quedo confirmado. Volvimos a casa en un bus con todos los invitados ebrios que decidieron no ir en coche para chupar gratis. En fin una noche por demás inolvidable.
Luego actualizo con fotos.
3 comentarios:
Fotos!, Fotos! aunque con la descripción tenemos para imaginar a todos los asistentes a la boda.
Lindo post!!
Vania: ojala me manden pronto las fotos, tengo una divina charlando con Gosia :D
Que buena tu crónica martirmonial, como Vania estaba a punto de pedirte fotos pero con tu relato ya recree los personajes, una delicia.
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